Si esto fuera cierto los cimientos de la religión católica quedarían sepultados para siempre, lo que hace que el asunto adquiera tintes de misterio prohibido e iniciático, llevando nuestra imaginación hasta los secretos bien guardados de la biblioteca del Vaticano.
Confieso que esta es una teoría que llamó poderosamente mi atención hace ya algunos años, cuando cayó en mis manos el libro El Enigma Sagrado (publicado en 1982), de Michael Baigente, Richarda Leihh y Henry Lincoln. Libro en el que se hablaba de una hipotética dinastía nacida de la unión entre Jesús de Nazaret y María Magdalena. Tras la lectura de este libro mi interés por el tema se despertó y continué indagando sobre el asunto leyendo algunos textos gnósticos, como el denominado Evangelio de Felipe, los evangelios canónicos y algunas otras obras como La Revelación de los Templarios (publicada en 1997), de Lynn Pickett y Clive Princey.
Posteriormente vi como Dam Brown novelaba de forma burda y sin ningún tipo de rigor histórico en su obra El Código Da Vinci la teoría sostenida en el Enigma Sagrado (ya citado), obteniendo un éxito mundial de ventas.
Además, y por si fuera poco, el pasado mes de septiembre del año 2012 salió a la luz pública el descubrimiento de un papiro copto datado en el siglo IV que volvía a reabrir este debate dado que incluía las palabras "Jesús les dijo, mi esposa". Este documento fue dado a conocer en Roma por la profesora de Teología de la Harvard Divinity School of Massachusetts Karen King, quien ha denominado este nuevo papiro con el pretencioso nombre de "El Evangelio de la Esposa de Jesús".
Sin embargo, y en mi modesta opinión, no existen argumentos que permitan sostener con un mínimo de rigor que Jesús pudo mantener una relación con María Magdalena y mucho menos haber tenido descendencia.
En ningún lugar de los evangelios canónicos se indica que Jesús fuera célibe, casado o viudo. No obstante, se ha venido aduciendo por algunos que dado que Jesús fue un rabino, y el celibato no era propio entre los mismos ya que incumplirían el mandato divino (creced y multiplicaros), tendría que haber estado casado. Sin embargo, y aún siendo lo anterior cierto, hemos de objetar de un lado que en la época de Jesús el papel del Rabino no estaba bien definido (de hecho no lo estuvo hasta la destrucción del segundo Templo en el año 70); y de otro que sí existen datos de que en el siglo I en algunas comunidades Esenias se practicara el celibato (Flavio Josefo y Plinio el Viejo nos dejan constancia de ello), además Juan el Bautista también fue célibe según parece.
Por lo que respecta a los evangelios aprócrifos, en el denominado Evangelio de Pedro sólo se menciona a María Magdalena como testigo de la resurrección de Jesús y en el denominado Evangelio de Felipe se la nombra como discípula cercana a Jesús, tan cercana como los demás apóstoles. También existen varias referencias a María Magdalena en el Evangelio de Tomás.
Por lo tanto, quizás pudiera tildarse de poco común el hecho de que un varón joven en la época de Jesús permaneciera célibe, pero ni mucho menos de imposible.
Desde mi punto de vista todas estas referencias a María Magdalena más que apuntar a una supuesta relación con Jesús de Nazaret, deben hacernos reflexionar sobre el papel que Jesús quiso dar a la mujer en el seno de su Iglesia. Papel sin duda relevante y que la Iglesia Católica a lo largo de los siglos se ha encargado de minimizar ocultando esta parte de su ministerio. Este es el papel de María Magdalena sobre el que debemos preguntarnos. ¿Por qué la mujer ha sido relegada, y aún lo es hoy día, a un segundo plano dentro de la Iglesia? ¿Quiso Jesús que este fuera su papel o, por el contrario, situó a María Magdalena al mismo nivel que al resto de los discípulos?
Y recuerda, estas son mis reflexiones. Plantéate tus propias preguntas e intenta darles respuesta.